La
fama que precede a la natación como uno de los deportes más
exigentes y uno de los que más sesiones de entrenamiento requiere
respecto al resto de deportes, está bien merecida y son muchas las
críticas que recibimos los entrenadores cuando exigimos una
continuidad y un número de sesiones de entrenamientos de casi el
100%. Pocos padres e incluso los propios nadadores entienden a veces
ese nivel de exigencia por parte de los entrenadores. Nos tachan de
duros, intransigentes, exagerados y casi de “torturadores” pero
toda esa exigencia e insistencia que tenemos los entrenadores para
que nuestros nadadores no se pierdan ni una sesión, está más que
justificada. Uno de los motivos más importantes por el que los
entrenadores exigimos al nadador tanto contacto continuado en el agua es por lo que yo llamo
“perdida
de sensibilidad en el agua”
La
natación no es un deporte como los demás. Necesita de mucha
estabilidad, equilibrio y coordinación. La posición del cuerpo no
es natural (no nos desplazamos erguidos), nos movemos en un medio
fluído (el agua) y el centro de gravedad cambia también por esa
posición. Necesitamos desplazarnos a través de un medio fluido e
inestable donde impera el desequilibrio de todas las fuerzas
implicadas verticales, horizontales y laterales del propio líquido y
del propio cuerpo sumergido en él.
Por
todo ello, el “contacto” diario con el agua es de vital
importancia de cara a que la posición, la propulsión y la
sustentación se mecanicen y mantengan constantemente en un
“armonía” de movimientos y presión del agua sobre nuestro
cuerpo, donde la “sensibilidad” gana por goleada incluso a la
propia técnica.
Cuando
un nadador pierde de forma puntual algunos entrenamientos, lo primero
que pierde no es la condición física. Los entrenadores no somos
estúpidos para creer que por perder un par de entrenamientos de
forma puntual, esto va dinamitar un resultado a medio o largo plazo,
pero lo que sí que ocurre y sí que se pierde de forma casi
inmediata, es que se pierde esa “sensibilidad” del nado y las
sensaciones de fluidez del estilo y esa perdida de sensibilidad y
fluidez, supone un problema importante a la hora de mantener un
rendimiento óptimo de cara a un objetivo dentro de un calendario
competitivo de temporada.
¿Cuántas
veces hemos oído a nuestros nadadores decir que no cojen agua? ¿Que
es como si no avanzaran? ¿Que bracean y no se mueven? ¿Que van
hundidos?.... os suenan estas quejas? Pues tienen un porqué, un cómo
y un cuándo.
Cuando
un nadador deja de “tocar agua” aunque sea en periodos breves de
tiempo o de forma puntual, enseguida pierden la sensibilidad y las
buenas sensaciones de agarre, barrido, tirón y sustentación que
impiden un buen desplazamiento y fluidez en el agua. Por eso es tan
importante no interrumpir esa continuidad tan estricta. El nadador
debe mantenerla, ya que se pierde mucho más que un día de
trabajo...SE PIERDEN LAS BUENAS SENSACIONES que permiten al nadador,
ganar eficacia de nado y a nivel psicológico esas sensaciones les proporciona
autoconfianza y motivación.
¿QUÉ
SON ESAS SENSACIONES?
“Sentir
el agua” realmente no es otra cosa que ser conscientes de la
presión que el agua ejerce sobre las distintas partes de nuestro
cuerpo, sobre todo en aquellas que bien les permiten trasladarse de la
forma más eficaz y eficiente, o bien en aquellas que les van a
permitir mantener la posición más hidrodinámica o de menor
resistencia al avance posible.
¿QUÉ
OCURRE CUANDO REALMENTE SIENTES EL AGUA?
Identificar
esas presiones del agua sobre los brazos, las piernas, el tronco o la
cabeza, facilita que sean capaces de realizar la tracción de cada
brazada de forma que puedas presionar y apoyarte en el agua lo máximo
posible. Esto va a provocar dos efectos:
1.
Que avanzas más distancia con cada brazada, mejorando tu técnica y
tu fuerza de brazada
2.
Que hay menor desgaste de tus músculos, articulaciones y demás
estructuras de tu aparato locomotor. Simplemente porque para recorrer
una misma distancia, lo utilizas menos.
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